Perdió Bush: ¿Sigue La Expansión?
Hace seis años, se inició la presidencia Bush en condiciones poco auspiciosas: caída de la tasa de crecimiento de la economía norteamericana, derrumbe de las acciones de las empresas tecnológicas, recesión en Japón, atonía de las economías europeas, recurrencia de crisis financieras y cambiarias (México, Brasil, Rusia, Tailandia, Corea y la Argentina) y la sombra del terrorismo. Los drásticos cambios introducidos por la gestión republicana quebraron el mito de la continuidad de las políticas en los países desarrollados.
En poco menos de dos años, las finanzas públicas pasaron de un sólido superávit a repetidos déficits que tuvieron su punto culminante en el 2004. El endeudamiento neto del Tesoro creció en el equivalente a casi 5% del PBI.
El crecimiento explosivo del déficit fiscal tuvo su origen en una drástica reducción de los impuestos a las ganancias que favoreció principalmente a las categorías de mayores ingresos y un aumento correlativo del gasto público principalmente militar y de cobertura médica.
El consumo de las familias explotó en pocos años, motorizado por las reducciones de impuestos, el sentimiento de creciente riqueza personal inducido por el boom inmobiliario y una agresiva política de reducción de tasas de interés promovida por la mano experta de Greenspan en la FED.
El mundo inundó el mercado norteamericano de productos (el déficit comercial pasó del 2,5 al 5,5% del PBI entre 1999 y 2005) ante la mirada benevolente de la administración republicana, que multiplicó los acuerdos de libre comercio y franqueó el ingreso de las temidas exportaciones chinas. Los bancos centrales se inundaron de dólares y expandieron fuertemente la oferta monetaria interna. Creció el valor de los activos en el mundo; se multiplicaron los fondos para inversión de riesgo y los precios de las materias primas alcanzaron valores desconocidos en décadas.
Las economías de la región Asia Pacífico y de América latina, por una vez, fueron las principales beneficiarias. La India y, fundamentalmente, China aprovecharon para profundizar sus reformas pro mercado y captar enormes inversiones industriales. La emblemática industria automotriz tiene hoy su futuro en China, India, Brasil y hasta la Argentina, más que en Europa, EE.UU. o Japón. Una ola de prosperidad empezó a recorrer América latina al calor de los altos precios de los alimentos, los metales, el petróleo, los minerales, las fibras naturales y la creciente demanda de productos siderúrgicos, aceites, textiles, autopartes y productos químicos.
El triunfo demócrata marcará probablemente el inicio del fin del ciclo expansivo del gasto norteamericano y el comienzo del ajuste. La aceleración del retiro de las tropas de Irak y la visión más prudente y menos imperial del papel de EE.UU. en el mundo implicará, al menos, la estabilización del gasto militar y su posterior contracción, las masivas reducciones impositivas de la gestión de Bush serán probablemente revisadas y el empate entre la presidencia republicana y el congreso demócrata bloqueará nuevas erogaciones. A medida que avance el ajuste de la brecha fiscal y se reduzca el déficit de cuenta corriente, se desacelerará la oferta de liquidez. Los dólares serán relativamente más escasos y tal vez más caros, es probable que bajen las tasas largas en los EE.UU. y se estabilicen los tipos de interés en la zona euro. Las monedas de los emergentes, entre ellas, el peso, pueden dejar de revaluarse.
Los demócratas, más implantados en el mundo sindical, impondrán posiblemente desde el Congreso una orientación más restrictiva a la política comercial que pondría fuera de agenda todo nuevo acuerdo de libre comercio en América latina. Las presiones del Tesoro de los EE.UU. para que China revalúe su moneda serán más insistentes y reforzadas por iniciativas legislativas con la amenaza de aranceles especiales. En la medida en que las tensiones comerciales entre EE.UU. y China crezcan habrá una desaceleración de la inversión extranjera directa y, tal vez, los esfuerzos de la autoridad monetaria china para enfriar la economía empiecen a tener algún éxito. Es poco probable un cambio repentino de los términos del intercambio que hoy tiene América latina, pero más allá del aumento de los precios de algunos productos agrícolas por el cambio de la matriz energética mundial (biocombustibles), la tendencia será a la estabilidad.
No será fácil para la economía mundial sustituir la locomotora norteamericana, proveedora de liquidez y ávida de importaciones, pero si se consolida la recuperación de Europa y de Japón y se mantiene el crecimiento chino, aunque sea a tasas menores, la transición no será traumática. Para nosotros, la mejor respuesta será "curarnos en salud": prudencia monetaria y superávit fiscal creciente.
Por Pablo Rojo, economista y ex presidente del Banco Hipotecario de Argentina
Fuente: http://www.lanacion.com
Editado por: Paola Totonelli, Equipo de Redacción de www.proactivos.com
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