"El Acuerdo De Gas Con La Argentina Disciplinó A Las Empresas Petroleras"
El vicepresidente boliviano explicó así el efecto político del convenio firmado con su país. Y dijo que permitió quebrar un "sindicato de petroleras" que había decidido no negociar para presionar a La Paz.
Alejado del bajo perfil de la Vicepresidencia, Alvaro García Linera es una especie de copiloto de Evo Morales y participa de todas las decisiones del Ejecutivo. Es, además, una de las figuras clave en el manejo de las relaciones internacionales, incluyendo los espinosos vínculos con Estados Unidos y las recientes negociaciones sobre hidrocarburos con Argentina.
"El acuerdo del gas con Argentina permitió disciplinar a las empresas petroleras", comentó a Clarín el vicepresidente de 44 años, con estudios de Matemáticas en México y fundador del Ejército Guerrillero Túpac Katari. "Fue una decisión política. Eso permitió romper una suerte de sindicato de empresas petroleras que había decidido no negociar", dijo en relación al convenio, firmado el 19 de octubre último durante una visita del presidente argentino a Santa Cruz de la Sierra. Básicamente, se trata de un acuerdo de inversión y provisión de gas a Argentina para los próximos 20 años, que cuadruplicará el suministro actual del fluido hasta llegar a los 27 millones de metros cúbicos con un precio de 5 dólares por unidad de medida, reajustable en el tiempo. El contrato supondrá ingresos para Bolivia de US$ 32.000 millones.
En una entrevista exclusiva con Clarín, en su modesto departamento del barrio paceño de Sopocachi, poblado de libros, el vicepresidente boliviano analizó la coyuntura política de este país andino alternándose el traje de segundo hombre del gobierno boliviano y sociólogo seguidor del francés Pierre Bourdieu.
—¿La principal demanda social es la reconstrucción del Estado?
—Definitivamente. La construcción de un "yo colectivo" mucho más activo, que controle los recursos naturales que han sido devastados en las últimas décadas. Ese es un sentimiento que atraviesa a todas las clases sociales. No hay que olvidar, además, que sobre este gobierno —por ser liderado por un indígena— hay una sospecha de debilidad de gestión económica. Entonces, cuando en este ámbito se logran cosas inéditas en la historia boliviana se cohesiona con mucha fuerza la fidelidad de los sectores sociales afines y se atrae nuevamente a las clases medias.
—Las actuales cifras macroe conómicas serían la envidia de los gobiernos de los 90. ¿Es sólo mérito del gobierno? ¿No ayudó el contexto global?
—El contexto, sin duda, ha ayudado, pero fue decisivo un conjunto de decisiones políticas muy precisas. Por ejemplo, la manera de abordar las presiones sociales. Luego, la consolidación de la confianza en el sistema financiero pese al terrorismo que quisieron lanzar desde algunas usinas conservadoras. También está la estrategia petrolera y los acuerdos con Argentina para apalancar las negociaciones con Petrobras y el resto de las petroleras.
—¿Cree que el convenio con Buenos Aires influyó en la firma de los nuevos contratos petroleros?
—Enormemente. Porque garantizó mercados a muy buen precio y, como señaló Néstor Kirchner, la posibilidad de inversiones de Argentina si las empresas que están acá no las hacen. Fue una decisión política. Eso permitió romper una suerte de sindicato de empresas petroleras que había decidido no negociar y obligar al gobierno boliviano a ampliar a otros 90 o 180 días la negociación de los contratos. Con esta política establecimos un mecanismo distinto de inserción en la globalización de un país pequeño como Bolivia: inversión extranjera pero con reglas definidas por un Estado fuerte, controlando y usufructuando la mayor parte del excedente gasífero. Todo ello influyó en las buenas cifras macroeconómicas que tenemos hoy.
-¿La presencia de Kirchner en Santa Cruz de la Sierra mostró también que Bolivia no sólo mira hacia Caracas?
—Bolivia tiene en Venezuela un gran aliado pero también tiene en Argentina un socio estratégico con quien estamos haciendo negocios y hemos planificado una integración energética de largo aliento. Con Brasil las cosas no pudieron ir tan rápido como quisiéramos pero el cierre del contrato con Petrobras es una muy buena plataforma para potenciar acuerdos estratégicos con este país hermano.
-¿Hay conspiración contra el gobierno?
—Ha habido intentos serios de conspiración entre agosto y setiembre, como lo ha dicho el presidente Evo Morales. Algunos creyeron que se podía impedir la continuidad de este proceso aprovechando un conjunto de malestares, especialmente a nivel urbano. Hubo ciertos medios de comunicación que apostaron a eso, junto con algunos sectores que buscaron apoyo en comandos militares pero, rápidamente, fue denunciado y desmontado.
—La nueva Ley de Tierras intraquiliza a sectores empresariales de Santa Cruz ¿Cómo analiza el tema?
—Allí se entrecruzan intereses de grupos productivos legítimos y sectores especulativos influyentes en la sociedad oriental, con amplio peso político.
—¿Pero de qué manera enfrentarán el problema?
— Nuestra estrategia es potenciar la alianza con el sector productivo y aislar al político-especulativo, aunque a veces se entrecruzan ambos intereses. Claro, la revolución agraria va a generar conflictos, estamos tratando de atenuarlos pero no vamos a ceder en nuestra lucha contra las tierras improductivas.
Alejado del bajo perfil de la Vicepresidencia, Alvaro García Linera es una especie de copiloto de Evo Morales y participa de todas las decisiones del Ejecutivo. Es, además, una de las figuras clave en el manejo de las relaciones internacionales, incluyendo los espinosos vínculos con Estados Unidos y las recientes negociaciones sobre hidrocarburos con Argentina.
"El acuerdo del gas con Argentina permitió disciplinar a las empresas petroleras", comentó a Clarín el vicepresidente de 44 años, con estudios de Matemáticas en México y fundador del Ejército Guerrillero Túpac Katari. "Fue una decisión política. Eso permitió romper una suerte de sindicato de empresas petroleras que había decidido no negociar", dijo en relación al convenio, firmado el 19 de octubre último durante una visita del presidente argentino a Santa Cruz de la Sierra. Básicamente, se trata de un acuerdo de inversión y provisión de gas a Argentina para los próximos 20 años, que cuadruplicará el suministro actual del fluido hasta llegar a los 27 millones de metros cúbicos con un precio de 5 dólares por unidad de medida, reajustable en el tiempo. El contrato supondrá ingresos para Bolivia de US$ 32.000 millones.
En una entrevista exclusiva con Clarín, en su modesto departamento del barrio paceño de Sopocachi, poblado de libros, el vicepresidente boliviano analizó la coyuntura política de este país andino alternándose el traje de segundo hombre del gobierno boliviano y sociólogo seguidor del francés Pierre Bourdieu.
—¿La principal demanda social es la reconstrucción del Estado?
—Definitivamente. La construcción de un "yo colectivo" mucho más activo, que controle los recursos naturales que han sido devastados en las últimas décadas. Ese es un sentimiento que atraviesa a todas las clases sociales. No hay que olvidar, además, que sobre este gobierno —por ser liderado por un indígena— hay una sospecha de debilidad de gestión económica. Entonces, cuando en este ámbito se logran cosas inéditas en la historia boliviana se cohesiona con mucha fuerza la fidelidad de los sectores sociales afines y se atrae nuevamente a las clases medias.
—Las actuales cifras macroe conómicas serían la envidia de los gobiernos de los 90. ¿Es sólo mérito del gobierno? ¿No ayudó el contexto global?
—El contexto, sin duda, ha ayudado, pero fue decisivo un conjunto de decisiones políticas muy precisas. Por ejemplo, la manera de abordar las presiones sociales. Luego, la consolidación de la confianza en el sistema financiero pese al terrorismo que quisieron lanzar desde algunas usinas conservadoras. También está la estrategia petrolera y los acuerdos con Argentina para apalancar las negociaciones con Petrobras y el resto de las petroleras.
—¿Cree que el convenio con Buenos Aires influyó en la firma de los nuevos contratos petroleros?
—Enormemente. Porque garantizó mercados a muy buen precio y, como señaló Néstor Kirchner, la posibilidad de inversiones de Argentina si las empresas que están acá no las hacen. Fue una decisión política. Eso permitió romper una suerte de sindicato de empresas petroleras que había decidido no negociar y obligar al gobierno boliviano a ampliar a otros 90 o 180 días la negociación de los contratos. Con esta política establecimos un mecanismo distinto de inserción en la globalización de un país pequeño como Bolivia: inversión extranjera pero con reglas definidas por un Estado fuerte, controlando y usufructuando la mayor parte del excedente gasífero. Todo ello influyó en las buenas cifras macroeconómicas que tenemos hoy.
-¿La presencia de Kirchner en Santa Cruz de la Sierra mostró también que Bolivia no sólo mira hacia Caracas?
—Bolivia tiene en Venezuela un gran aliado pero también tiene en Argentina un socio estratégico con quien estamos haciendo negocios y hemos planificado una integración energética de largo aliento. Con Brasil las cosas no pudieron ir tan rápido como quisiéramos pero el cierre del contrato con Petrobras es una muy buena plataforma para potenciar acuerdos estratégicos con este país hermano.
-¿Hay conspiración contra el gobierno?
—Ha habido intentos serios de conspiración entre agosto y setiembre, como lo ha dicho el presidente Evo Morales. Algunos creyeron que se podía impedir la continuidad de este proceso aprovechando un conjunto de malestares, especialmente a nivel urbano. Hubo ciertos medios de comunicación que apostaron a eso, junto con algunos sectores que buscaron apoyo en comandos militares pero, rápidamente, fue denunciado y desmontado.
—La nueva Ley de Tierras intraquiliza a sectores empresariales de Santa Cruz ¿Cómo analiza el tema?
—Allí se entrecruzan intereses de grupos productivos legítimos y sectores especulativos influyentes en la sociedad oriental, con amplio peso político.
—¿Pero de qué manera enfrentarán el problema?
— Nuestra estrategia es potenciar la alianza con el sector productivo y aislar al político-especulativo, aunque a veces se entrecruzan ambos intereses. Claro, la revolución agraria va a generar conflictos, estamos tratando de atenuarlos pero no vamos a ceder en nuestra lucha contra las tierras improductivas.
Fuente: http://www.clarin.com
Editado por Paola Totonelli, Equipo de Redacción de www.proactivos.com
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