viernes, marzo 03, 2006

Una gran fuente de Inspiración: John D. Rockefeller


Rockefeller ha sido, y es, uno de los más talentosos empresarios e inversores que ha existido jamás.
En esta pequeña síntesis de su biografía, contaré algunos de sus secretos, y cuales han sido los pensamientos, que lo han marcado tan profundamente en la historia.

El secreto de Rockefeller

Desde muy joven descubrió que el dinero bien utilizado genera capital, y se empeño en buscar su oportunidad. Disciplina, organización y una férrea energía fueron algunos de los rasgos de quien llegó a ser uno de los hombres más poderosos del mundo, para quien hacer dinero era un talento natural.

Desde muy joven John D. Rockefeller manifestó su talento para las transacciones financieras. Instalado con su familia en Cleveland, hacia 1853, vendía a sus compañeros de escuela piedras de colores y formas diferentes y los mínimos ingresos que devengaban estas ventas los fue acumulando en un tazón de loza azul, su "primera caja fuerte" según sus propias palabras. No transcurrió mucho tiempo hasta encontrarse con la bonita suma de 50 dólares, los que determinarían la futura orientación del muchachito.

Un granjero de los alrededores necesitaba justamente esa suma para saldar una deuda urgente. John se la prestó... ¡pero con un interés del 7%! Al cabo de un año, descubrió azorado que su capital dado en préstamo retornaba a su bolsillo con 31/2 dólares de interés.

A partir de esa fecha, según escribió más adelante "decidí hacer trabajar al dinero en mi lugar". De allí en más todas sus ganancias serían religiosamente contabilizadas en una libreta que él llamó «el registro A». John D. nació en una granja al oeste del estado de Nueva York en 1839. Su padre, William Avery, no fue modelo de fidelidad conyugal ni ejemplo para sus seis hijos. Alejado del seno familiar por largos periodos, cuando volvía sus bolsillos por lo general estaban llenos de dinero e indefectiblemente volvía cargado de regalos para su mujer y sus vástagos.

Mucho más tarde, John descubriría que su padre no era más que un impostor, que visitaba las reservas indígenas vendiéndoles a sus moradores toda suerte de objetos de pacotilla. Su próximo filón fue mucho más rentable: los productos farmacéuticos, que vendía como panacea para el cáncer.

De su madre, Eliza. John heredó no sólo el físico, sino también la estricta moral calvinista. Su innato gusto por los negocios lo estimuló la escuela comercial de Cleveland, de donde egresó a los 16 años. Ese mismo año obtuvo su primer empleo en una empresa de corredores y comerciantes en granos, donde trabajó con general beneplácito sin fijarse en horarios, perdido en ese mar de cifras que tanto lo apasionaba.

Por la noche, en su cama, repasaba mentalmente las operaciones financieras del día, tratando de descubrir en qué podría haber obtenido mejores ganancias.

EL CODIGO DE SU VIDA

'Disciplina, orden y un registro fiel del debe y el haber' fue desde entonces el código de su vida. Al tercer año ya ganaba 600 dólares anuales pero cuando le negaron un aumento de 200-dólares, decidió instalarse por cuenta propia.

Tenía ahorrados 800 dólares, pero aún le faltaban otros 1000 para lanzarse a su propio corretaje. Su padre se lo adelantó con un interés anual del 10%, hasta que alcanzara la mayoría de edad.

La firma Clark & Rockefeller obtuvo, el primer año, ganancias por U$S 4.000 y en el segundo cuadruplicó la suma.

FUERZA Y SENTIDO DE LA OPORTUNIDAD

El estallido de la Guerra Civil en 1861 fue la llave de su fortuna. Dos años antes, con la perforación del primer pozo de petróleo, comprendió que podía hacer más fortuna con su transporte y refinación que con la explotación.

Cuando en 1863 la compañía ferroviaria del Atlántico y el Oeste extendió su linea hasta Cleveland, poniendo esta ciudad en contacto directo con Nueva York a través de la región del petróleo, supo que había llegado el momento.

Tenía 23 años e invirtió U$S 4.000 como socio comanditario en la nueva firma Clark, Andrews & Co. Las refinerías surgían como hongos en Cleveland y su entusiasmo por el oro negro lo hizo abandonar el comercio de granos.

Al negarse su socio Clark a la expansión de la firma (lo atemorizaba el pasivo de U$S 100.00), decidieron subastar la empresa. El 2 de febrero de 1865 las apuestas subieron rápidamente, Clark, abatido, ofreció 72.000 dólares. Rockefeller, imperturbable, retrucó con 72.500 dólares y se quedó con la compañía.

El negocio, que en adelante se llamaría Rockefeller y Andrews, era la mayor refinería de Cleveland, con una capacidad de 500 barriles por día y ganancias de un millón de dólares por año, que se duplicarían al año siguiente. Pudo así negociar con el ferrocarril tarifas preferenciales, y ese descuento fue un arma esencial para fundar, en 1870, una nueva sociedad, con 1 millón de dólares de capital: la Standard Oil.

NACE UN IMPERIO

En 1870, era una de las mayores refinerías de centro de los Estados Unidos.

En 1872, junto con dos de los más importantes refinadores de Pittsburg y Filadelfia, pudieron manejar a su antojo las tarifas con los ferrocarriles. En tres meses, Rockefeller había comprado 22 de las 25 refinerías de Cleveland. La Standard Oil refinaba un cuarto de toda la producción de petróleo del país.

Eliminada paso a paso la competencia, la Standard Oil se convirtió en un poderoso trust, que refinaba el 95% de la capacidad total del país. Su equipo directivo estaba formado por un conjunto de los más capaces financistas del país. Todos eran millonarios. Para Rockefeller, la elección del personal siempre había sido un ingrediente importantísimo; elegía a los más capaces y entusiastas.

NO TODAS FUERON ROSAS

Aunque la ley prohibía que una compañía hiciera negocios en otros estados que no fueran el propio, y tuvo que enfrentar constantes juicios, su trust era demasiado poderoso para combatirlo.

Al final del siglo, con la creación de subproductos derivados del petróleo, los ingresos de Rockefeller alcanzaron cifras inimaginables, por lo astronómicas. Pero los ataques contra su política y su empresa arreciaban; poco a poco se convirtió en símbolo del malestar de la época. Recibía amenazas de muerte a diario, y era abucheado en público.

A pesar de eso el poder del Trust trascendía las fronteras de su país; hasta tenía acceso a informes secretos, que los diplomáticos proporcionaban para evitar la competencia extranjera en Europa, especialmente la de Rusia.

TRANSFORMAR EL FRACASO EN EXITO

Finalmente, el gobierno logró disolver el trust -que ya valía 600 millones de dólares- en 39 pequeñas sociedades. Las acciones de las pequeñas compañías se triplicaron o cuadruplica: Rockefeller, fiel a su axioma, una vez más multiplicarse su ya incalculable fortuna. A partir de entonces, su obsesión fue la de cambiar la imagen que de él tenía la opinión pública; para ello, nada mejor que convertirse en benefactor.

Así nació el Instituto de Investigaciones Médicas, al que siguieron el Comité para la Educación en 1903 , la Comisión de Salud y la fundación Rockefeller.

Reconciliado con la gente por su filantropía, Rockefeller se retiró a su inmenso dominio Pocantico Hills, donde hizo gala de su sentido de humor hasta su muerte, en 1937.

Editado por : Cristian J. Stival
Director de www.proactivos.com
Editor de ProActivos News - www.pro-activos.blogspot.com

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