Alertan por consecuencias en operaciones de carry trade
El singular papel del yen se vincula directamente a las bajas tasas de interés en Japón. Cuando los inversores están dispuestos a asumir más riesgos, se endeudan a tasas muy baratas en yenes y luego invierten ese dinero en países donde los retornos son más altos.
Para saber lo que están pensando los inversionistas globales, tan sólo basta con seguirle la pista al yen en su evolución contra el dólar. En los últimos tiempos, la moneda japonesa se ha convertido en un barómetro de la preferencia de los inversionistas por el riesgo. Cuando están preocupados por las condiciones de los mercados, usualmente el yen se fortalece. Y si están dispuestos a invertir en lo que sea, la divisa tiende a debilitarse.
Un botón de muestra es lo que sucedió el martes pasado, cuando las acciones de los Estados Unidos subieron debido a la caída en el precio del petróleo y a la esperanza de que el impacto de la crisis de las hipotecas de alto riesgo sobre los bancos sería más acotado de lo calculado inicialmente.
Al mismo tiempo, el yen se debilitó frente al dólar. El martes en la tarde, un dólar compraba 110,89 yenes, frente a 109,67 del lunes. La tendencia prosiguió el miércoles, cuando un dólar se cotizó a 111,08 yenes en Nueva York.
Estos movimientos no son coincidencia, sino que se deben a la inusual influencia que las bajas tasas de interés de Japón ejercen sobre los mercados globales. Esto también explica por qué el yen, que tradicionalmente ha sido una divisa débil, se ha apreciado un 11% frente al dólar desde junio. Buena parte de esta caída tiene que ver con el hecho que los inversionistas están reevaluando los niveles de riesgo en el mercado.
Jerome Abernathy, director general de inversiones de la firma de administración de divisas Stonebrook Capital Management, cree que el yen es "bastante sensible a la aversión al riesgo".
El singular papel del yen se vincula directamente a las bajas tasas de interés en Japón. Cuando los inversionistas están dispuestos a asumir más riesgos, se endeudan de manera barata en yenes y luego invierten ese dinero en países donde los retornos son más altos. Esta operación debilita al yen porque, en esencia, los prestatarios venden yenes para comprar otras divisas.
Pero cuando los inversionistas huyen del riesgo tienden a revertir estas apuestas, conocidas como carry trade y cancelan sus préstamos.
Para deshacer esa operación deben recomprar yenes, por lo que la moneda japonesa se fortalece. El resultado es que el yen se ha vuelto un termómetro para un concepto difícil de cuantificar: la disposición de los inversionistas para apostar su dinero.
"Todo se reduce al riesgo", afirma Jonas Thulin, estratega de divisas de Calyon, la filial de banca de inversión del banco francés Crédit Agricole, en declaraciones al Wall Street Journal America.
A fines de la semana pasada y hasta el lunes, los inversionistas redujeron su exposición al riesgo en una serie de valores, como acciones, bonos basura y petróleo, y utilizaron el dinero para invertir en activos seguros como los bonos del Tesoro de los EEUU.
En los mercados cambiarios, los inversores compraron yenes. Abernathy dice que su firma se salió de las posiciones de carry trade el último día de octubre, a medida que los signos de aversión al riesgo comenzaron a multiplicarse, según explica el mismo medio. Una manera de entender el papel que desempeña el yen es observar la correlación de sus movimientos con el de las acciones.
Por ejemplo, para aquellos inversores globalizados es habitual realizar un carry trade por el cual se piden fondos prestados en Japón, cuya tasa de interés de referencia está en 0,5%, y se inverte en países que como el caso de Australia, tienen una tasa de interés de 6,75%. Lo más interesante es que este tipo de operación se correlaciona estrechamente con el índice bursátil Standard & Poor's 500, que en sí mismo es un indicador clave de la predisposición al riesgo.
Desde inicios de 2006, la correlación entre el S&P 500 y el número de yenes que se puede adquirir con un dólar ha funcionado más que aceitadamente: cuando las acciones caen, el yen tiende a fortalecerse frente al dólar; cuando las acciones suben, la moneda japonesa casi siempre se debilita.
Los riesgos que acarrea el carry tradeEn la visión de Nicolás Litvinoff, en un artículo publicado en Inversor Global, el primero y principal es que el banco central del país en donde se tomó el dinero prestado decida subir las tasas de interés, encareciendo el costo del crédito (generalmente son préstamos a tasas variables).
Esto también produce una apreciación de la moneda en la cual se tomó el dinero, por lo que se dispara un efecto negativo potenciado para el deudor (aumento de tasas más apreciación de la moneda en la cuál está denominada la deuda) que la inversión de riesgo hecha con el dinero “barato” se caiga, lo cuál forma parte de cualquier inversión de ese tipo. De estos dos grandes riesgos, el segundo no parece ser un problema por el momento, dado que la demanda de commodities por parte de China, un escenario de “aterrizaje suave” por parte de la economía estadounidense y la solidez de Europa sostienen firmemente las bolsas globales, que se encuentran en su gran mayoría en récord históricos.
Pero el riesgo que preocupa a los analistas y autoridades es el primero, esto es, la suba de tasas del país en donde se “fondea” esta estrategia, que es nada más ni nada menos que la tercera economía del planeta: Japón.
Nadie conoce exactamente la magnitud del carry trade sobre el yen, pero las evaluaciones más conservadoras hablan de al menos 200.000 millones de dólares. Tim Lee, del instituto de investigación estadounidense Pi Economics, se aventura por su lado a evaluar en mas de un billón de dólares -- equivalente al PIB de Canada o de España -- la suma colocada en los mercados de acciones o de obligaciones en Europa, Estados Unidos, Australia o los países emergentes.
"Estamos ante una enorme burbuja", advierte Lee en un estudio. Según él, el carry trade es "un juego de escalada en la imprudencia, ya que solamente da réditos cuando la gente sigue colocando dinero", por lo que "no hay duda alguna de que todo esto acabará muy mal". 'Es muy difícil, casi imposible, desinflar ordenadamente esta burbuja', opina por su lado Markus Krygier, economista de Dresdner Kleinwort.
Un ejemplo
Un trader toma prestados 1.000 yenes de un banco japonés, a una tasa de 0,50% anual. Luego ese dinero es convertido en dólares para ser colocado en un bono americano que paga una tasa del 4,5% anual. Si la relación de monedas yen-dólar no se ve afectada en el ínterin y asumiendo que el Banco Central de Japón no modifica las tasas, la ganancia por esta operación es del 4%.
Pero es común agregarle el efecto “leverage” o apalancamiento a esta inversión, caucionando lo invertido para volver a invertirlo, logrando un ratio de apalancamiento de 10:1. Con lo cuál la rentabilidad de esta inversión, siempre asumiendo que las variables se quedan constantes, asciende al 40%. Ahora bien: ¿Qué pasaría si el Banco Central de Japón amenaza con aumentar las tasas de interés?
En primer lugar, los inversores buscarán anticiparse a este movimiento, apostando a una reevaluación de la moneda japonesa. Ante esta mayor demanda el yen se aprecia (se deprecia el dólar) dado que un aumento de tasas por parte de Japón atrae capitales que buscan colocarse a la nueva tasa mas alta que la anterior.
En este punto se podrá decir que las subas de tasas podrían ser marginales, en el orden del 0,25%, pero la cuestión se que, dado el ratio de apalancamiento antes descrito, una suba de 0,25% encarece la deuda contraída en 2,5%, obligando a los inversores a vender activos de riesgo creando un efecto “manada” en donde todos venden y luego se preguntan porqué están vendiendo.
A esto se suma el hecho que desde febrero a la actualidad las posiciones de riesgo que apuestan en contra del yen japonés y a favor de divisas como el dólar neozelandés o australiano o la lira turca, por poner sólo dos ejemplos, se han desenvuelto en un contexto de alta volatilidad, lo que trae consigo importantes consecuencias.
Las consecuencias
En los países receptores de las divisas, el aumento de la cantidad de dinero genera inflación (tanto de bienes y servicios como de activos), aumentos de las tasas de interés y debilitamiento del resultado comercial por el encarecimiento de sus exportaciones y el abaratamiento de sus importaciones. Por el contrario, los países prestamistas acumulan superavits por cuenta corriente de gran magnitud, como ese 17% en términos de PIB del que ya disfruta Suiza.
Este efecto inflacionario ya se está haciendo sentir no sólo los países de América latina, sino que también se proyecta a la Eurozona y a la misma China. Es por ello que en la mayoría de los afectados se están comenzando a plantear políticas para frenarlo y evitar daños mayores. Obviamente esos desequilibrios no pueden durar por siempre ya que, en un mercado teóricamente eficiente, los valores de intercambio deberían ajustarse con el tipo a su valor real.
Porque, aunque por un lado hay analistas que apuestan, en relación con el yen, principal moneda de financiación a nivel global, a una recuperación económica en Japón que permita una subida ordenada de sus tasas de interés y de su moneda, muchos otros creen que el nivel de flujos globales ligados a operaciones de carry trade es de tal magnitud, que cuestionan que se pueda producir una salida ordenada de las mismas sin generar un colapso económico global deflacionario en el que el precio de los activos se desplome.
También podría ocurrir que haya una pérdida importante del valor real de los activos en Japón, como consecuencia del repunte de sus tasas de inflación (algo que incidiría doblemente en el país ya que los japoneses son vendedores tradicionales de su propia moneda para buscar mayores rentabilidades en el extranjero).
Por lo tanto, es conveniente seguir de cerca la evolución del carry trade, especialmente del yen, en especial en momentos en que las posiciones vendidas sobre la divisa japonesa son muy abultadas. Debe tenerse en cuenta que al tratarse de una moneda de financiación, cualquier repunte en su precio encarece el crédito y hace de efecto cascada, afectando al resto de los activos de riesgo que son adquiridos con ella.
Sin ser fatalistas, es útil escuchar también lo que dicen los que buscan alertar a aquellos que siempre se tientan con el canto de la sirena. Ya lo dice un viejo refrán: “En Wall Street no suena ninguna campana para avisar que se acaba la fiesta”.
Fuente: Infobaeprofesional.
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